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I.- Si os acordáis, el mes pasado en el allocutio os hablé de la diferencia que hay entre la fe humana y sobrenatural. Y así, decíamos que la fe no es extraña a la naturaleza humana, todos tenemos fe, aunque en algunos se quede reducida solamente a la mera humana. La pregunta que quiero hoy responder brevemente es: ¿a qué responde la fe?, ¿por qué brota la fe? Para poderlo comprender podemos recurrir a nuestra experiencia personal. Si yo, por ejemplo, creo que mis padres son mis padres, además de por el parecido que pueda tener con ellos más o manos físicamente o en el carácter, es porque les he visto desvivirse por mí. Si creo que Cólon descubrió America en 1492 es porque los que me lo han enseñado tienen a su vez fuentes fidedignas del hecho. Podemos decir, por tanto, que la fe humana, como la divina, es una respuesta a un estímulo externo que hace que me abandone en aquellos que me aman o enseñan. Esto también pasa respecto a la fe sobrenatural: Dios invisible habla a los hombres como a amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía (1).La respuesta adecuada a esta invitación es la fe. Recordemos, por ejemplo a Abrahám, que acoge con fe la voluntad de Dios, al sentirse invadido en su inteligencia y voluntad por la gracia de Dios, que le mueve a fiarse del todo del Único Dios Verdadero. Nosotros mismos tenemos fe por el testimonio de aquellos que han palpado a Jesucristo, que le vieron morir y resucitado, dando la vida por lo que ellos habían vivido en primera persona. El Amor de Dios que se nos muestra en las líneas de la Sagrada Escritura lo hemos visto palpablemente y ante su hacer, respondemos con la fe. Por eso hemos de conocer la Biblia, hacer una lectura personal de la misma: la sagrada liturgia hace una lectura de sus textos más significativos en tres años, pues al conocerla nuestra fe se alimente y se sustenta. Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios, Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que se revela. La sagrada Escritura llama “obediencia de la fe” a esta respuesta del hombre a Dios que revela” (2).
II.- Es lo que hizo la Santísima Virgen María. Acogió con fe en anuncio y promesa de Dios por el Arcángel Gabriel, creyendo que no había nada imposible para Dios y dando su consentimiento. Por eso ya su pariente la alaba diciendo Dichosa tu que has creído y nosotros la alabamos generación tras generación. Su fe no vaciló aun ver a su Hijo pendiente de la cruz, no cesando de creer en el cumplimiento de la Palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en la Virgen la realización más pura de la fe (3) Señora de la fe vivida, encarnada en tu seno inmaculado, interceded por nosotros para que tengamos una fe como la tuya.
(1) Concilio Vaticano II, Const. Dogmática “Dei Verbum” 2.
(2) Catecismo de la Iglesia Católica, 143.
(3) Ibíd, 149
Director Espiritual de Comitium
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