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I.- Comenzábamos a hablar en el mes pasado del “Kerigma”, esto es, de aquello que es lo nuclear del mensaje cristiano, y que alrededor del cual toda la vida cristiana se ha de construir. Algo que me llamó la atención de las conferencias de Monseñor Rey es la afirmación categórica que “sin este kerigma, estamos edificando sobre arenas movedizas”, esto es, que no sirven las catequesis ni otras actividades pastorales sin esta base fundamental. El mes pasado pusimos un primer escalón en este proceso. Hoy vamos a poner el segundo, que además nos viene muy bien al comenzar la santa cuaresma: El pecado.
II.- Este segundo escalón del kerigma consiste es caer en la cuenta que lo que llamamos cosas “naturales” son en realidad pecados. Hoy todo lo estamos viendo como algo naturalista, esto es, como propio de la naturaleza humana sin más, no queremos reconocer que somos pecadores (salmo 51,7). ¿Acaso no vemos su acción en el mundo?: las guerras cuyo origen es en afán de dominar al otro, de exterminar al que piensa como el otro; la pobreza cuyo origen está en la mala distribución de las riquezas, del aprovecharse de unos en favor de unos pocos; las desigualdades económicas y culturales; los mismos suicidios (poniendo todas las cautelas psicológicas) como de quien no ha descubierto el sentido de la vida; los distintos vicios que pupulan fruto de buscarse la satisfacción personal inmediata. Estos pecados son fruto de la desconfianza en Dios, de no aceptar que hay Alguien por encima de ti que es la fuente del Bien, que hace descubrir la virtud del pecado, de poner el hombre en el lugar de Dios al decidir por sí mismo lo que está de lo que está mal.
III.- Sin embargo el corazón del ser humano se rebela porque está hecho para cosas grandes. No se conforma con el “Pan y circo”, no se conforma con trabajar para pagar la hipoteca, pues el Señor nos hizo para Él y nuestro corazón está inquiero hasta que no descansa en Él. Y cuando no encauza su religiosidad correctamente ha de buscar sustitutos: Brujerías, espiritismo, astrología, horóscopos, ciencias ocultas, magia… y lamentablemente se puede conformar con ello.
IV.- Ante los poblemas del mundo, que son fruto del pecado, el hombre ha querido dar sus propias soluciones: un humanismo sin Dios, falsas filosofías, el materialismo, el control mental del yoga, para evitar así la angustia, el temor, la depresión, el aislamiento, la soledad,… que experimenta, sin obtener un resultado totalmente porque el hombre no puede salvar su propia vida ni alcanzar la salvación eterna. Un pensador honrado se rebela ante la idea del fin de su vida y en su interior brota un deseo de eternidad…¿quién me la puede dar? ¿yo solo?
V.- Cuando uno se mira de verdad al espejo, se da cuenta de que también tiene un problema: Que también es pecador (1 Jn 1,10), que para salir de esta situación ha de reconocer que tiene este problema (Jn 9,41; Lc 19,9-14). Refugiémonos en nuestra Señora, nosotros que somos pecadores.
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